LA FIA FAIA: ANCESTRAL, MÁGICA, ÚNICA

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Xavier Pedrlas
FOTO: Xavier Pedrals

¿Qué es la Fia-Faia?

La Fia-faia es la fiesta que abre la celebración de la Navidad en las poblaciones de Bagà y de Sant Julià de Cerdanyola. En su origen era una parte de los rituales que acompañaban la fiesta del solsticio de invierno, un ritual precristiano de culto al sol, que transformado e incorporado a la Navidad ha podido llegar a nuestros tiempos a través de los siglos. La Fia-Faia tiene similitudes con otras fiestas que se celebran en las comarcas del Alt Pirineu en el solsticio de verano.

Actualmente, la víspera de Navidad, al atardecer, marcado por el toque de oración, cada pueblo enciende una hoguera en la montaña, este fuego será trasladado, ya de noche en las poblaciones con unas antorchas confeccionadas con una hierba Margera, dicha también faia. La bajada de las antorchas por la montaña es un espectáculo único, sobre todo los años de nieve. Al llegar a Bagà, los fallaires son recibidos por las autoridades, que les ponen un pañuelo alrededor del cuello, y luego reparten el fuego al resto de baganeses que los esperan con sus antorchas dispuestas. En Cerdanyola el pañuelo es repartido en el momento inicial de la bajada, que se hace también hasta la plaza de la iglesia.

Entonces comienza la quema general en cada población, se acompaña con cantos muy breves: "Fia-faia, que nostro senyor ha nascut a la paia", y de una música sobre la que destacan, en momentos señalados, las campanas de las respectivas iglesias. A medida que las faies van consumiendo, se añade la última parte de la antorcha a una hoguera común, encendido previamente; en Bagà sobre esta hoguera saltan los jóvenes, y en torno a la juventud lanza las faies y luego se forma un corro para bailar la danza de la fiesta.

En Bagà la crema es espectacular con más de cuatrocientas antorchas rompiendo la oscuridad. Al terminar se hace la danza de la Fia-Faia y se reparte torta con ajo y aceite de membrillo, un manjar tradicional de la fiesta. En Sant Julià de Cerdanyola la fiesta tiene un aire más íntimo, la bajada de acoge la mayoría de fallaires. Finalizada la quema general, se baila la danza y luego también se reparte all-i-oli de membrillo con tostaditas. Terminada la celebración familiar en cada casa, la juventud devuelve por la noche, alrededor del mismo fuego, se hace vela, y se espera, divertidamente, la salida del sol; en estas horas se hace la tradicional "ordena", donde los objetos de los ciudadanos dejados fuera de la vivienda serán cambiados de lugar.

Las faies se hacen con una hierba de tallo alto, popularmente Faia, cosechada a partir de San Martín, para que tenga tiempo de secarse adecuadamente. Confeccionadas con habilidad, suelen tener una longitud superior a los dos metros, siendo sin embargo muy ligeras. Su realización puede ser un arte. Hay pequeñas diferencias entre las antorchas de Bagà y las de Cerdanyola.

El territorio de la Fia-Faia

Para los estudiosos el aislamiento histórico del Alt Berguedà es evidente desde la prehistoria, se trata de un rincón geográfico bastante mal comunicado respecto a las vecinas comarcas de la Cerdanya, el Ripollès, Osona y el Solsonès. Incluso en tiempos históricos conocidos, el Alt Berguedà no ha sufrido muchas de las invasiones e influencias que han afectado al resto del país: constancia de ocupación romana permanente, sólo la conquista, ni ningún hallazgo remarcable. Tampoco los sarracenos dejaron ningún testimonio de su presencia; ni siquiera ocuparlo nunca los franceses en tiempos de Napoleón. Un país roto y difícil donde se hicieron fuertes los bandoleros, los carlistas, los maquis y los contrabandistas, hasta tiempos recientes. Este aislamiento y la continuidad de su población son algunos de los factores que explican el mantenimiento de tradiciones de larga duración como la fia- faia.

Bagà es una villa que ronda los 2.000 habitantes, que en montaña es muy, antiguo jefe de baronía, rica en tradiciones, con un casco antiguo medieval espléndido. Sant Julià de Cerdanyola, pueblo situado en una alta valle, guarda la autenticidad de las tradiciones, costumbres y forma de ser de la gente de la región, pero sobre todo una tozudez remarcable para mantener el pueblo vive: con los años ha visto desaparecer una veintena de aldeas de los altos valles berguedanas de su entorno.

La Fia-Faia: una celebración del solsticio de invierno

Se trata de una fiesta ancestral, con raíces pre-cristianas que podría haber formado parte de un antiguo rito de culto al sol. Correspondería a la celebración del solsticio de invierno: el día en que el sol tiene una menor duración en el firmamento. Los solsticios, tanto el de invierno, como el de verano, por San Juan, han sido celebrados en la mayoría de culturas con base agrícola o ganadera.

La fiesta era en conjunto una oración al sol para que éste no acortara más el día, y empezaran a crecer las horas de luz, lo que pasaba después de la celebración.

Estas creencias, muy arraigadas, sobrevivieron, con más o menos cambios, el Imperio Romano, manteniéndose de manera más genuina en los territorios donde la romanización fue poco profunda, como fue el caso del Alt Berguedà, los Pallars , Arán y el Vallespir, que coinciden en ser también de cristianización tardía.

El cristianismo, sabiamente, optó por integrar estas celebraciones ancestrales, situando fiestas cristianas en las mismas fechas; en el caso del solsticio de verano se hizo coincidir con San Juan y el de invierno con la conmemoración del nacimiento de Jesús. Hoy las fechas de los solsticios han quedado ligeramente desplazadas por las modificaciones hechas en el calendario.

En Navidad algunas localidades pirenaicas encienden hogueras públicas, pero no resto en estas fechas ninguna otra crema de antorchas en el Pirineo catalán. Las faies de Bagà y Sant Julià de Cerdanyola son únicas en Nochebuena, que corresponderían al solsticio de invierno. El solsticio de verano se ha mantenido con fuerza, y hay un buen número de localidades pirenaicas que queman fallas, y la fiesta aún se ha enriquecido con el paso de los años. El de invierno ha sido ahogado por una fiesta cristiana muy potente, la Navidad, y sólo de manera muy transformada se mantienen algunas reminiscencias de los antiguos cultos, una de ellas sería el tió, otra la Fia-Faia.

Esta fiesta se ha mantenido casi desconocida en las montañas del Alt Berguedà, con todo su encanto y su magia, convirtiéndose en una de las más características y originales de Cataluña en las festividades navideñas. Ha podido pasar desapercibida porque la víspera de Navidad es un día favorable para la intimidad, y su alcance ha sido estrictamente local. Cada Navidad los fallaires de Bagà y Sant Julià de Cerdanyola detendrán nuevamente el avance de la oscuridad, siguiendo un rito atávico: Fia-Faia!.

Como no podría ser de otra manera Bagà y Sant Julià de Cerdanyola se sienten profundamente hermanados con todos los demás pueblos fallaires del Pirineo.

 

XAVIER PEDRALS